Vivir de un buen juego al año es el eterno problema del futbol mexicano.
A un año de la victoria histórica ante el conjunto de Alemania, la pregunta correcta sería ¿De algo sirvió aquel triunfo de epopeya ante los germanos?.
La respuesta del común denominador de las personas que presenciaron aquel día del padre será que no, pues el tope futbolístico de México se quedó nuevamente en la ronda que le corresponde, la de octavos de final.
Vencer a los actuales campeones del mundo en la cumbre del futbol, no cabe duda que significó un crecimiento en lo futbolístico, pero es un crecimiento que por lo regular se da cada cuatro años, pues me atrevo a decir que la selección da un juego bueno al año y eso se ve reflejado en los últimos mundiales.
En Francia 1998, la selección dio una gran exhibición contra Holanda, En Corea-Japón 2002, el tricolor obligó a Italia a pedir la hora para acceder a las los octavos de final, en Alemania 2006, México puso a sufrir a Argentina, en un juego en que si fuera por mérito el marcador, los comandados por Ricardo La Volpe tuvieron que haber accedido a los cuartos de final, En Sudáfrica 2010, Javier Aguirre guió a los “verdes” a derrotar a los subcampeones del mundo, Francia.
La mejor actuación en los mundiales que recuerdo es la hecha en Brasil 2014, donde convincentes planteamientos ante Brasil, Croacia y Holanda, dieron la esperanza a México de un futuro sustancial que terminó como es costumbre en lo mismo de siempre.
El futbol mexicano es un enigma con un paradigma diferente al de las otras ligas del mundo, pero el problema aunado a de los directivos es una materia prima de fuerzas básicas que que simple y sencillamente no existe. Los directivos son una vergüenza pero la calidad y el talento del futbol mexicano puede que no exista.