“Y yo me quedo con esa melancolía irremediable que todos sentimos después del amor y al fin del partido”. Eduardo Galeano
El fútbol no es solo un reflejo de la sociedad, es parte medular y operante de la misma. Es un escape para evadir la cruda realidad a la que la colectividad está sometida en un modelo tan complejo como el capitalista.
Ser fanático de un equipo representa mucho más que solo un gusto adquirido. Es la herencia que te dejan tus padres incluso antes de nacer, es parte de tu esencia y de tu personalidad. Pero aún más importante, te da un sentido de pertenencia. Significa formar parte de algo mucho más grande de lo que nunca soñaste.
Es que si lo pensamos, ser un verdadero hincha es una cuestión bastante irracional, hay gente que viaja miles de kilómetros para ver un partido de 11 tipos que ni siquiera conoce, eso es lo que hace hermoso a este deporte. No hace falta entenderlo, simplemente lo disfrutas.
El ser aficionado a un equipo puede determinar la elección de tus amigos, nuestro estado de ánimo y afectar nuestra salud. En México nuestro día a día puede llegar a ser crudo y agresivo, vivimos en un monstruo de asfalto que aumenta nuestro grado de estrés. El fútbol funciona como un distractor, te aleja de tus problemas por un rato y encuentra tu tranquilidad por un par de horas.
El gran problema es que un fanático no disfruta el futbol, lo sufre, lo palpita. Yo he visto a amigos sufrir más por un partido que por la muerte de un familiar.
En el momento en que mezclas toda esa euforia del fanatismo en complicidad con la tensión de nuestro país, una persona común y corriente puede convertirse en un soldado troyano. Su cuerpo se envuelve en un entusiasmo ciego, torvo y desmedido. Una derrota de su equipo está directamente relacionado al fracaso del crecimiento personal.
Hay otro sector involucrado con el “fanatismo”, las barras bravas. Son aquellos grupos de animación que se encargan de alentar al equipo durante los partidos. En varios países estos conglomerados buscan más el beneficio propio que el apoyo a su equipo, controlan la venta de entradas, de comida afuera del estadio, hasta son distribuidores del narcomenudeo. Es su profesión y su forma de adquirir ingresos, no son verdaderos hinchas. De lo que hablamos no es del perfil del “barra brava”, es del aficionado común.
La educación que existe en México, basada en el machismo y en la determinante búsqueda por estar por arriba de la autoridad es un factor que suma a que un espectáculo deportivo se convierta en un octágono de la UFC o ¿Cuál es el primer detonador para que un fanático se comporte de de manera violenta? Es una pregunta muy complicada de responder sin mucho fundamento.
Lo que sí es una realidad es que ir a un estadio de fútbol se ha convertido en toda una experiencia negativa y hay gente que se ha alejado de manera definitiva de disfrutar de este deporte en el lugar de los hechos. El fútbol ha sido, es y será para la gente, la violencia es la completa eliminación de la pasión.